Solidaridad
Pocas
veces en mi vida experimente tanto compañerismo como en el neuropsiquiatrico,
trato de escarbar en mi memoria pero no encuentro nada que lo supere.
Los
cigarrillos eran escasos, un bien muy preciado, pero no eran de Pedro, ni de
Gastón ni míos, de nadie en particular.
Los
cigarrillos eran de todos.
Si
había muchos se fumaba, cuando se estaban terminando se racionaban.
La
comida era rica pero poca, te servían un solo plato y una manzana de postre,
pero nada que sobrara a alguien volvía a la cocina.
Los
que comían menos o ese día no tenían hambre lo repartían a los demás, rapidito
sin que vieran las auxiliares que servían, si te pescaban era motivo para un
reto, y siempre tenías miedo que vaya a tu historia clínica.
Hasta
el caminar por los pasillos, de puro aburrimiento, no lo hacías solo, siempre
tenías un amigo que caminaba a la par, muchas veces en silencio, cada uno con
sus fantasmas.
Más
de una vez éramos seis u ocho pies gastando las baldosas, caminando sin rumbo,
los pasillos no te llevan a ninguna parte, es solo un ir y venir para matar el
tiempo.
Molestaba
un poco Gerardo, que todos los días y a cada momento repetía, - " Hoy es
jueves, mañana día de visitas, visitas de varones", -"Hoy es jueves,
mañana día de visitas, visitas de varones".
Aunque
confundía más que molestaba, nos hacía perder y nadie sabía en qué día estaba,
igual se lo perdonaba.
Eso
sí, le pasaba lo del pastor mentiroso, cuando era jueves nadie le creía y al
otro día nos sorprendía la visita.
Todavía
conservo un termo que me regalo maxi y un par de remeras de otros compañeros,
(ellos tendrán las mías).
Era
costumbre intercambiar ropa el día que te daban el alta o un traslado, de esa
manera podías seguir teniendo presente, ese compañerismo que te salva.
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