Total de Entradas

jueves, 4 de junio de 2015

ACONTECIMIENTO FAMILIAR, pagina cinco

ACONTECIMIENTO FAMILIAR

Hace algunos años tuvimos un gran acontecimiento familiar, ocurrió en Vela, pueblito de dos mil habitantes del centro de la provincia de Buenos Aires, cercano a Tandil, lugar de nacimiento de mi mama.
Mi tía Clementina, (en realidad tía abuela), cumplía 102 años.
En un Ford Farlain y un Peugeot 404 fuimos toda la parentela desde Buenos Aires.
Una vez allá, mi tía Chunga se encargó de hacer la torta.
Era un momento muy especial, no solo por la longevidad de mi tía, sino por estar a punto de batir un record en el pueblo.
El año anterior antes de morir, Maruca Aranaga, la más anciana, había soplado 101 velitas.
Mi tía Clementina llegaría a soplar 102.
Fue un gran festejo, cenamos puchero de gallina, matizado con las ocurrencias de mi tío Echandy.
A la hora de cortar la torta, con gran entusiasmo cantamos el feliz cumpleaños.
Al momento de las velitas la tía tomo aire, se llenó los pulmones, pero no lo largaba.
-"Sople tía, sople", grito mi primo Julio.
Pero la tía nunca soplo, puso los ojos en blanco y cayó de espaldas al piso.
Gran revuelo en un primer momento alrededor de mi tía muerta, pero hubo que tranquilizarse para organizar el sepelio.
Justo habían inaugurado una sala velatoria nueva del otro lado de las vías.
Antes había una sola frente a la plaza.
En la nueva quiso velarla mi tío Echandy.
Decía que era muy moderna, que tenía en la fachada un letrero luminoso.
Este no era más que un cartel de chapa que rezaba “Cochería Arana”, iluminado con un simple reflector.
Él siempre se impresionaba con la modernidad, a su viejo televisor en blanco y negro, le había pegado frente a la pantalla un celofán rojo, y decía que veía televisión a color.
Durante el velorio se decidió cremar el cuerpo.
Esto a propuesta de los parientes de Buenos Aires, en Vela era algo novedoso, tan novedoso que no existía crematorio en el pueblo.
No quedó más remedio que meterla en el horno de barro.
Mi tío Checa fue el encargado de confeccionar la urna para poner las cenizas.
No era carpintero, pero si el que se daba maña en la familia.
El tema es que a la urna le quedo una rendija en un borde, por la cual mi tía Clementina se escapaba a cada rato.
Esto se resolvió metiendola en una bolsita de Carrefour, y la colocamos dentro del ropero de la que fuera su habitación.
Nosotros, sin más que hacer en el pueblo, emprendimos la vuelta a Buenos Aires.
Todos callados en el viaje de regreso, masticando bronca, con el sabor amargo de haber quedado a tan solo un soplido, de batir un record en Vela.


5

No hay comentarios.:

Publicar un comentario