Total de Entradas

viernes, 10 de junio de 2016

LA MOTO DE MI ABUELO

La moto de mi abuelo

Mi abuelo Pepo era todo un personaje.
Hombre de campo, nacido en Vela, Provincia de Buenos Aires.
De grande vino a vivir a Burzaco, a quince cuadras de mi casa materna.
Tenía una bicicleta, muy prolija, bien pintada, limpita, siempre de punta en blanco como decía mi mama.
El venía a visitarnos en ella.
Como en esa época las calles eran de tierra, venia caminando con su bicicleta al hombro para no ensuciarla.
Aunque la llevara a cuestas, el salía igual con su vehículo para todos lados.
Un día se compró una moto, una Gilera 200.
En una camioneta de la concesionaria la trajeron, roja y negra, brillante, hermosa.
Ese día nos juntamos todos en su casa, por dicho acontecimiento mi tía Chunga amaso empanadas a modo de festejo. ¡El abuelo Pepo iba a andar en moto!
-"Acá no hay nada que festejar, esto puede terminar en una desgracia, el viejo ya va a cumplir setenta y tres”.
Dijo el pájaro de mal agüero de mi tío Checa.
Mi tía Elvira que era jugadora empedernida, salió corriendo a la casa del quinielero a jugarle al 17, (la desgracia), y por las dudas al 18 (la sangre). 
El hombre de la concesionaria le enseño como encenderla, a poner los cambios, como acelerar, como frenar y se fue.
Mi abuelo que no tenía un pelo de tonto, solo la particularidad de ser un hombre de campo,  aprendió rápido el teórico, el problema fue cuando paso al práctico.
Ansiosos todos en la vereda mirando cómo iba a manejar.
La llevo empujando al medio de la calle, la encendió a la primera patada con mucha seguridad.
Se subió, puso primera y acelero a fondo.
¡Para que!
La moto subió la rueda delantera y salió disparada.
Mi abuelo cayó de espaldas, quedando desparramado en el suelo.
-"Hay dios mío, dios mío", gritaba la Chunga.
Todos corrimos junto a mi abuelo, menos mi tía Elvira, que salió corriendo a lo del quinielero para jugarle al 56, (la caída).
Mi abuelo se levantó como si nada, a las puteadas, agarro la moto y la ato a un árbol.
Nosotros no decíamos esta boca es mía para que no engranase más, era bravísimo el Vasco.
Fue hasta la casa de un vecino a media cuadra y entro.
Al rato salió con el negro Blacky, hijo del vecino, un muchacho de unos veinte años.
Lo trajo hasta la moto y ahí le dijo: -“Llévela pá domarla mi’Jo, tráigala cuando este bien mansita”.
Es así que, el negro Blacky se paseaba con la Gilera roja y negra, flamante, por todos lados.

jueves, 5 de noviembre de 2015

MANICOMIO SIN CHALECO

Entrada triunfal

Recuerdo como lloraba mientras esperaba la ambulancia que me trasladaría al psiquiátrico.
En el viaje ya no, por la ventanilla trasera podía ver el tránsito de la calle y esto me calmo.
Una vez llegado a destino tuve la consulta de admisión correspondiente, en un consultorio una psiquiatra, un familiar mío y yo sentados ante un escritorio, todo parecía desarrollarse por los carriles normales.
La doctora tuvo la mala idea de preguntarme cual era mi nombre, fue ahí que me largue a llorar a moco tendido, de tal manera que no podía contestarle, y me vinieron de repente esas ganas de orinar de forma urgente.
Cuando pude pronunciar alguna palabra fue que quería ir al baño, este por suerte se encontraba en la misma sala a un par de metros del escritorio donde estaba sentado.
De regreso, ya un poco más calmado la psiquiatra no pudo con su genio y arremetió preguntándome cuantos años tenía, nuevamente me largue a llorar desconsoladamente y con renovadas ganas de hacer pis incontrolables.
Solo pude pronunciar las palabras -quiero ir al baño.
El inodoro me calmo y regrese al escritorio.
-¿Dónde vive usted?
Pregunta que produjo otro llanto, sin moco pero tendido, una vez más al baño, sin poder responder siquiera una pregunta.
La indagatoria del porqué de mi llanto fue una de las que más lágrimas produjeron, como la iba a contestar si ni yo lo sabía, si había que llorar se lloraba y listo.
Juro que no eran en vano mis escapadas al sanitario, cada vez que iba, orinaba como si fuese la primera vez.
Así se fueron alternando, una pregunta, llanto, inodoro, una pregunta, llanto, inodoro, no sé qué cantidad de preguntas pille, pero fueron muchas.
Seguramente harta de mi incontinencia levanto el teléfono, llamo a una enfermera y dio la orden; habitación uno, revisar el bolso, una buena dosis de empastillada y a dormir toda la noche.
Al día siguiente me desperté  completamente tranquilo, muy contento diría, el lugar parecía mi casa, era como si hacía rato que viviese allí.
Así, sereno, pude sacar mis conclusiones, ¡ojo!, si sos de pillar mucho, ¡sonaste!, vas derecho al manicomio.



sábado, 10 de octubre de 2015

Un cielo al alcance de la mano

Miren este cielo impresionante, la vía lactea a pleno, así son las noches en Salinas Grandes, Jujuy y Salta. Los invito a ver lugares de Argentina en: http://turismoargentinaturismo.blogspot.com.ar/

viernes, 2 de octubre de 2015

EL ANCLA


El ancla

Me despierto con la novedad número un millón que la cancha se volcó hacia el arco depresivo.
¿Qué hacer con estas ganas de no hacer nada?
La angustia me lleva a no querer levantarme de la cama, la familia que otras veces contiene, en estos momentos se convierte en un estorbo y tengo que levantarme de todos modos, sino lo que levanto es sospecha.
En algún momento el equipo maniaco vence la cancha y se acerca insolente al otro arco, inyectándole una energía fuera de lo normal a la depresión, esta se eleva inmensamente y comienza una nueva competencia.
Estas ganas de terminar con todo de una vez por un lado y por el otro el hecho de no causar otro sufrimiento a los seres queridos.
Martin tenía mucha más experiencia que yo en esto de la vida y el suicidio, aunque en ese entonces todavía no lo había logrado, no es una tarea sencilla el morirse, hay que tener el suficiente talento e imaginación para salir victorioso.
En una de esas tantas charlas de días de bajón mutuo, le dije que mis hijos eran un ancla fuerte para mantenerme de este lado, a lo cual me contesto, - “las anclas son muy pesadas”.
Y me dejo pensando, cuando todavía la enajenación permite razonar un poco, el debate entre la muerte y que te quieran respirando es inexorable, aunque cada bocanada de oxígeno se clave como agujas en el pecho.
La psicóloga de ese tiempo, que siempre encontraba respuesta para todo me dijo que un barco sin ancla navega a la deriva. Me metió en un problema, ¿Cuál de los dos argumentos será válido?
Muchos meses de discernir sobre estas dos teorías, si estoy mal gana uno, en los días buenos el otro.
Hoy veo una contradicción en mi psicóloga, mi cabeza navega entre dos polos, lo sabe, lo charlamos, ese es mi diagnóstico.
La normalidad seria que mi mente tuviese algún destino, y no este ir y venir de morondanga.
La psicóloga tiene la autoridad del estudio en la universidad que le otorgara su título.
A Martin la graduación se la dio el ganar y perder tantas batallas contra sí mismo, el sentir lo mismo que yo y por eso el haberme respondido tantas cosas acertadas.
Seguramente sea de locos mis debates internos, pero se dan lo quiera o no, y creo haber podido llegar a una conclusión de momento.
La teoría profesional del rumbo del barco hace aguas por todos lados, en cambio la del ancla pesada que hunde se me presenta consistente, y este primer tiempo tiene un resultado.
Martin 1 – Psicóloga 0.



domingo, 27 de septiembre de 2015