Mi
amigo Martin
Te
acordas de aquellos momentos cuando te esforzabas para enseñarme a hablar
menos.
Me
hinchabas con que hablaba tanto para tapar lo que no quería decir.
Tanto
esfuerzo y al final soy un chusma contándole todo a mi psicóloga.
Si
tuve muchas pilas en la semana, si hable mucho, anota maniaco.
Si
estuve callado, si la semana paso mustia, anota depresivo.
¿Mira
si le cuento que hablo con vos?
Mira
si le digo que seguimos caminando por el Francés, hablando de la vida y el
suicidio.
Vos
sí que te saliste con la tuya, jodiste, jodiste, hasta que lo lograste.
¡Si
te hubiese podido parar!.., quisiera que no hubiese ocurrido jamás.
¿Te
acordas aquella vez, cuando ahorramos quince días para comer un choripán de
sentado en la parrillita de la esquina del casino?
Estábamos
muy cómodos, en una mesa al sol charlando tan bien.
Hasta
que vinieron dos pibitos a pedir comida y se fueron masticando nuestro ahorro.
Volviendo
a mi psicóloga.
Mira
si le cuento que seguimos charlando, mira si le cuento y dice que sos una mala
influencia para mí.
¡Eso
no lo voy a permitir!
Mejor
por las dudas no le cuento nada.
Ves,
estoy aprendiendo a mantener la boca cerrada cuando me conviene.
Sigamos
caminando, que mi historia clínica se va poniendo gorda de manías y
depresiones.
Sigamos
charlando que yo no cuento nada, a ver si esta vez le agrega psicótico, lo
único que me falta.
A
ver si se le da por volver a internarme unos días y esta vez me toca el Borda.
Dicen
que ahí hay unos enfermeros raros.
Cuentan
que en vez de Halopidol te dan palos cada seis horas.
Mira
si todavía a los golpes nos separan.
¡Que
pasa?, te estoy escuchando cada vez más bajo.
¡Dale!,
sigamos charlando, no vez boludo que te extraño.
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