Gabriel
Gabriel
sabe cómo nadie de Blues.
Conoce
todas las bandas, el nombre de sus integrantes, del guitarrista, del batero, la
fecha en que grabaron cada disco.
No
solo la teoría es el fuerte de su conocimiento, demás toca la guitarra y canta
que es un placer escucharlo.
Su
obsesión es tener una compañera.
A
cada mujer que conoce o cruza por la calle le pregunta respetuosamente.
-“No
querés ser mi novia”.
Muchas
lo miran indiferentes.
Otras
dan vuelta la cara en señal de desagrado.
Las
más inteligentes le hacen un mimo en el alma.
_”Sos
un dulce, pero ya tengo novio, puedo ser tu amiga”.
_”Amigas,
amigas, estoy podrido de amigas, soy como Roberto Carlos, tengo un millón de
amigas, yo quiero una novia”.
Se
queja Gabriel en la terapia de grupo.
Petizo,
gordo, de rostro poco agraciado, no puede controlar su saliva a causa de la
medicación, y encima de todo esquizofrenia, coctel fatal contra el amor.
Él
no se da por vencido, nunca, jamás, Gabriel es muy perseverante y a todas
seguirá preguntando.
-“No
querés ser mi novia”.
Cuando
camina por la calle escucha voces que lo llaman, lo saludan.
-“Hey,
Rodrigo”, -“hola Rodrigo”, -“como andas Rodrigo”.
Cree
que lo confunden con el cantante de cuarteto.
A
todos pregunta si se parece a él.
Como
tarea de terapia tiene que mirarse al espejo durante cinco minutos tres veces
al día, mientras se toca el rostro para reconocerse.
En
su imaginación su parecido es al "Potro Rodrigo", ni a Cafrune, ni a Horacio
Guaraní, ¡Al Potro!
Parecido
ideal para su objetivo de conseguir novia.
Esto
demuestra que la esquizofrenia tiene un sin número de desventajas, lo que no
tiene es un gramo de boluda.
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