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viernes, 21 de agosto de 2015

TERAPIA TEATRAL pagina 38

Terapia teatral

En el manicomio dos veces a la semana teníamos teatro después del almuerzo.
Esta terapia se realizaba yendo por el pasillo de la enfermería en la segunda sala.
Era una actividad muy esperada, nos gustaba mucho, todos los de mi grupo asistíamos.
Un día comenzó a participar una interna nueva, el terapeuta nos hiso parar en ronda y la presento, acto seguido, los ejercicios de relajación como en todas las clases.
-“Flojos, movemos la cabeza despacio”, dijo el profesor, hasta que la nueva interrumpió.
Mirando a una compañera le dijo, -“Vos te pareces a alguien”.
-“Sigamos movemos las manos en redondo”, trato de retomar la clase el terapeuta.
-“Yo te conozco, vos sos una madre de plaza de mayo”.
-“No te confundís”, contesto Adriana.
-“Bueno sigamos”, dijo el terapeuta, pero la nueva mirando a otro compañero interrumpió nuevamente.
-“Vos tenes cara conocida”.
-Basta de parecidos”, dijo el profesor, -“sigamos con los ejercicios, sacudimos los brazos, estiramos el cuello”.
Al minuto nueva interrupción, -“¡Ya se!, yo te conozco vos eras el cura de la Medalla Milagrosa”.
-“Ma que cura, yo estoy acá por falopero”, contesto el compañero interpelado.
-“Basta, basta, sigamos con la clase después charlan”, dijo bastante irritado el profesor.
-“Relajamos el cuerpo, tiramos la cabeza hacia adelante”… -“Vos te pareces a alguien”, volvió a interrumpir esta vez mirándome.
-“Chau ahora somos todos como chanchos”, pensé en vos alta, lo suficiente para que me escucharan todos.
-“Eso chanchos, vos cuidabas los chanchos en la granja don Zenón de Lujan, yo te vi”.
Ofuscadísimo el guía de la clase dio por terminada la relajación.
-“Listo, vamos a pasar a hacer una improvisación, vos que charlas tanto te paras ahí y vas a ser un ama de casa”.
-“Vos Beto salís afuera y vas a golpear la puerta y comienzan a improvisar”, ordeno el terapeuta, con los quinotos inflados en su máxima capacidad.
Beto se colocó fuera de la sala, la nueva simulaba pasar el plumero en la casa.
De pronto se escucha golpear la puerta y comienza la escena improvisada.
-“Si, ¿quién es?
-“Yo, el chanchero”, respondió Beto.
El terapeuta corto las risotadas de todos.
-“Bueno, listo, terminamos por hoy”, con tono seco dando por terminada la clase.
La nueva lo miro y le dijo la frase de la discordia, -“vos te pareces a alguien”.
El terapeuta la tomo de un brazo y la llevo a la enfermería, nosotros los seguíamos a una distancia prudente.
Le dieron una cucharada de medicamentos.
Las pastillas te la daban así, disueltas en una cuchara, tras la cual te obligaban a tomar un vaso de agua.
De este modo se aseguraban que nadie pudiese esconder los comprimidos debajo de la lengua para luego ir al baño y escupirlos.
Después del cucharazo, la llevaron a su habitación, serian alrededor de las dos de la tarde.
Durmió la siesta hasta la hora de la cena, una enfermera la despertó para que comiese.
Mientras la metían en el cuarto nosotros nos quedamos charlando en el pasillo, paso el terapeuta y nos advirtió.
-“Ustedes más le vale que se porten bien ¡eh!, un ratito nomas y se van a dormir la siesta también, ¿está claro?”.
Nos corrimos hasta la curva del pasillo para no molestar el paso, en ese lugar este era un poco más ancho.
En forma de ronda, tranquilos nos quedamos hablando de lo que había pasado, y de que la nueva estaba loca.
Sin decirlo, de reojos nos mirábamos unos a otros.
Todos en lo mismo, todos tratando de encontrarnos un parecido.


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