Terapia
teatral
En
el manicomio dos veces a la semana teníamos teatro después del almuerzo.
Esta
terapia se realizaba yendo por el pasillo de la enfermería en la segunda sala.
Era
una actividad muy esperada, nos gustaba mucho, todos los de mi grupo asistíamos.
Un
día comenzó a participar una interna nueva, el terapeuta nos hiso parar en
ronda y la presento, acto seguido, los ejercicios de relajación como en todas
las clases.
-“Flojos,
movemos la cabeza despacio”, dijo el profesor, hasta que la nueva interrumpió.
Mirando
a una compañera le dijo, -“Vos te pareces a alguien”.
-“Sigamos
movemos las manos en redondo”, trato de retomar la clase el terapeuta.
-“Yo
te conozco, vos sos una madre de plaza de mayo”.
-“No
te confundís”, contesto Adriana.
-“Bueno
sigamos”, dijo el terapeuta, pero la nueva mirando a otro compañero interrumpió
nuevamente.
-“Vos
tenes cara conocida”.
-Basta
de parecidos”, dijo el profesor, -“sigamos con los ejercicios, sacudimos los
brazos, estiramos el cuello”.
Al
minuto nueva interrupción, -“¡Ya se!, yo te conozco vos eras el cura de la
Medalla Milagrosa”.
-“Ma
que cura, yo estoy acá por falopero”, contesto el compañero interpelado.
-“Basta,
basta, sigamos con la clase después charlan”, dijo bastante irritado el
profesor.
-“Relajamos
el cuerpo, tiramos la cabeza hacia adelante”… -“Vos te pareces a alguien”,
volvió a interrumpir esta vez mirándome.
-“Chau
ahora somos todos como chanchos”, pensé en vos alta, lo suficiente para que me
escucharan todos.
-“Eso
chanchos, vos cuidabas los chanchos en la granja don Zenón de Lujan, yo te vi”.
Ofuscadísimo
el guía de la clase dio por terminada la relajación.
-“Listo,
vamos a pasar a hacer una improvisación, vos que charlas tanto te paras ahí y
vas a ser un ama de casa”.
-“Vos
Beto salís afuera y vas a golpear la puerta y comienzan a improvisar”, ordeno
el terapeuta, con los quinotos inflados en su máxima capacidad.
Beto
se colocó fuera de la sala, la nueva simulaba pasar el plumero en la casa.
De
pronto se escucha golpear la puerta y comienza la escena improvisada.
-“Si,
¿quién es?
-“Yo,
el chanchero”, respondió Beto.
El
terapeuta corto las risotadas de todos.
-“Bueno,
listo, terminamos por hoy”, con tono seco dando por terminada la clase.
La
nueva lo miro y le dijo la frase de la discordia, -“vos te pareces a alguien”.
El
terapeuta la tomo de un brazo y la llevo a la enfermería, nosotros los
seguíamos a una distancia prudente.
Le
dieron una cucharada de medicamentos.
Las
pastillas te la daban así, disueltas en una cuchara, tras la cual te obligaban
a tomar un vaso de agua.
De
este modo se aseguraban que nadie pudiese esconder los comprimidos debajo de la
lengua para luego ir al baño y escupirlos.
Después
del cucharazo, la llevaron a su habitación, serian alrededor de las dos de la
tarde.
Durmió
la siesta hasta la hora de la cena, una enfermera la despertó para que comiese.
Mientras
la metían en el cuarto nosotros nos quedamos charlando en el pasillo, paso el
terapeuta y nos advirtió.
-“Ustedes
más le vale que se porten bien ¡eh!, un ratito nomas y se van a dormir la
siesta también, ¿está claro?”.
Nos
corrimos hasta la curva del pasillo para no molestar el paso, en ese lugar este
era un poco más ancho.
En
forma de ronda, tranquilos nos quedamos hablando de lo que había pasado, y de
que la nueva estaba loca.
Sin
decirlo, de reojos nos mirábamos unos a otros.
Todos
en lo mismo, todos tratando de encontrarnos un parecido.
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