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viernes, 14 de agosto de 2015

EL CASAMIENTO DE MI PRIMA SARITA pagina 35

El Casamiento de mi Prima Sarita

Sin duda la fiesta familiar más recordada fue el casamiento de mi prima Sarita.
Por la envergadura del evento y sobre todo por el motivo de dicho festejo.
Mi prima nunca fue muy afortunada en el amor, de las tres hermanas era la única que continuaba viviendo con sus padres.
Contaba ya con cuarenta y cinco años cuando les anuncio que estaba de novia con don Evaristo, el carnicero del barrio.
Este era un hombre fortachón, viudo, de sesenta y tres años y un buen pasar económico.
Ni lerdos ni perezosos, mis tíos fueron a visitarlo, con el objetivo de comprometerlo y poner fecha de casamiento lo antes posible.
Mi tío Rogelio, un poco por el entusiasmo y otro poco para asegurarse, ofreció a modo de dote, abonar tres meses de fiado de los cinco que debía en la carnicería, además de que ellos se encargarían de los gastos y organización de la fiesta.
Don Evaristo solo tendría que poner la carne necesaria para el asado, así quedo el trato y comenzaron los preparativos.
Entre mi familia de Buenos Aires y la parentela del campo la lista de invitados trepo rápidamente a ciento treinta.
Don Evaristo no tenía familia y decidió invitar solo a los clientes que estaban al día con el fiado de la carnicería, que resultaron ser cuatro.
Sumando estos, a algunos colados, la cifra rondaría las ciento cincuenta personas.
Mi tía Elvira consiguió alquilar a muy buen precio el quincho del Cottolengo de Burzaco.
-“Es un lugar pintoresco”, dijo, -“tiene una entrada muy linda de diez cuadras de tierra desde la ruta con eucaliptus a los costados en forma de glorieta, muy romántico”.
Mi tío Checa fue el encargado de la parrilla, dos lechones y tres costillares más Chorizos y achuras.
Mi tía Chunga amaso trecientas empanadas, mi tío Echandi fue el encargado de conseguir vino bueno y barato, así se lo encargaron.
Compro a buen precio damajuanas de veinte litros, tinto y blanco, “Cavas de Gonzales Catan, envasado en origen”, rezaban las etiquetas.
La tía Cualdema, que siempre fue la pituca de la familia, dijo que había que hacer un Buffet Froit para recibir a los invitados.
En una punta del quincho se colocó una mesa con caballetes para los novios, los padres de la novia y mi abuelo Pepo, única mesa con mantel y florero con calas en el centro.
El resto, tablones cubiertos con papel blanco.
A la entrada se destacaba el Buffet Froit. Una mesa con una olla de clericó, jarras de vino tinto y blanco, soda, jugo y canapés de morcilla preparados por mi tía Cualdema.
Estos consistían en una galletita Criollita, una rodaja de morcilla, un copito de mayonesa y un cuadradito de tomate a modo de decoración.
Para animar la fiesta se había contratado a “Tucho y su conjunto”, este cantaba Ese toro enamorado de la luna, y canciones de Salvatore Adamo, no tenía mucho repertorio.
  “y ese toro enamorado
de la luna
que abandona
por las noches la manada
despintado de amapola y aceituna”…
Intercalaban ese toro, una de Salvatore, ese toro, una de Salvatore y así sucesivamente.
Todo estaba como se había planeado cuando llegaron los novios en el Gordini del negro Blacky, un amigo de la familia, en el techo del auto se destacaba un gran moño rosa.
Luego de la cena vino el vals de los novios, este no salió muy bien ya que los músicos solo sabían cantar el de los quince,-“Quince años tienes hoy, eres novia de la flor, juventuddd”… sonaba la banda, y ver a mi prima de blanco, bailando este vals a los cuarenta y cinco movía un poco a riza.
Cuando le toco bailar a mi abuelo Pepo, muy elegante el, con un traje negro, moño rojo y boina de vasco a cuadrille, justo en ese momento cayo un fuerte rayo y comenzó a llover copiosamente.
-"Una bendición, una bendición”, grito mi tía Chunga, por cierto algo copeteada a esa altura.
Todo el baile que siguió estuvo muy entretenido, aunque con el ruido de la lluvia no se escuchaba mucho lo que Tucho cantaba.
Esto hacia que por momentos mientras algunos bailaban una cumbia otros una chacarera.
Se hicieron las cuatro de la mañana y con lo que había llovido no había forma de sacar a los novios hasta la ruta debido al barro.
Para esto se utilizó el carro de Antonio Perdiguero, un botellero amigo.
Mi tía Cualdema le había colocado el moño rosa del auto en el cogote del caballo, esto para darle mayor jerarquía al transporte.
A las seis ya no había nada que hacer en la fiesta y el agua había comenzado a inundar el quincho, así que se comenzó a evacuar a los invitados.
Era tanto el barrial que en cada viaje no podían ir más de cuatro personas en el carro y este tardaba casi una hora en llegar a la ruta y volver.
Casi ciento cincuenta personas y un solo carro, comenzaron los empujones y peleas para subir primero.
-"Es como en el Titanic, no hay botes suficientes", grito alarmada mi tía Elvira.
-“Como en el Titanic, que no se detenga la banda", arengo Tucho a sus músicos y comenzaron a tocar ese toro enamorado de la luna.
Asustada salió corriendo mi tía Chunga, quien con sus ciento veinte kilos en cuanto puso un pie fuera del quincho quedo enterrada hasta la cintura en el barro.
Mi abuelo que a pesar de la borrachera no había perdido su destreza campestre, con una soga de un solo intento la enlazo por el cuello y ato la soga a un poste del quincho para que no se siguiera hundiéndose.
Cuatro días llevo sacar a todos, todos menos mi tío checa que abrazado a una damajuana se negaba a salir porque un capitán nunca abandona el barco.
Los bomberos siguieron trabajando para rescatar a mi tía Chunga, la tarea era lenta, debía realizarse con mucho cuidado, no se podía utilizar excavadora, se realizaba con
herramientas de mano para no lastimarla.
Una semana después lograron desenterrarla, la trajeron en un camión junto al tío Checa, justo el día en que los novios llegaron de su luna de miel.
Pudieron traerla pero no del todo desenterrada, la trajeron con el pan de tierra, de la cintura para abajo parecía una gran maseta de dos metros de diámetro.
La bajaron del camión y preguntaron donde dejarla, a lo que mi tío Checa pidió que sea en el fondo, bajo la higuera.
La llevaron rodando, pese a los gritos de mi tía, no había otra forma de hacerlo.
Felices se los veía a los recién casados, varios días les duro la conmoción por tamaña fiesta de casamiento.
Juntos atendían la carnicería, mi tío Rogelio volvió a dejar de pagar el fiado.
Bajo la sombra de la higuera, mi tío Checa con una palita de jardinero, escarbaba y escarbaba, tratando de liberar a su esposa, mi tía Chunga



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