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viernes, 28 de agosto de 2015

LOS MIEDOS DE CARLOS pagina 42

Los miedos de Carlos

En el psiquiátrico siempre andábamos juntos los mismos seis.
Nos habíamos hecho amigos y desayunábamos, almorzábamos, cenábamos y tomábamos mates sentados a la misma mesa.
En el grupo estaba Carlos, un muchacho muy bueno, siempre alegre, al menos cuando estaba despierto, ya que dormía mucho,  nos pedía que lo despertemos por temor a que su sueño vaya a parar a su historia clínica, algo temido por casi todos.
Su personalidad, un tanto traviesa y otro tanto temerosa.
Había estado internado en una granja durante cinco meses y medio sin poder recibir visitas, hasta que en ese tiempo prudencial, descubrieron que su patología era para internarlo en el loquero, así fue como llego con nosotros.
Un lunes le avisan que el viernes recibiría la visita de su novia, con la cual hacia ya seis meses no se veían.
Carlitos estaba afligido, tan desesperado diría, que no podía disfrutar la noticia.
Balbuceaba un poco al hablar y no podía controlar su saliva a causa de la medicación.
No paraba de hablarnos de sus miedos al reencuentro, ¿Cómo lo iba a encontrar su novia?, seguro saldría espantada, pensaba.
Nosotros tratábamos de calmarlo continuamente.
El pidió a los médicos si solo por ese viernes podía no tomar la medicación, de este modo no babear frente a su chica.
La respuesta fue negativa, se podría deprimir sin los comprimidos.
Y Carlitos se deprimió
Nosotros como si fuésemos foniatras, lo hacíamos practicar como modular al hablar, con magros resultados, no podía ser de otra manera,  entre los seis no había uno que hablase correctamente.
Transcurrían las horas haciendo ejercicios, cada día que pasaba estaba más asustado.
Entre todos fuimos preparando el viernes.
La mejor camisa de uno, el mejor saquito de lana de otro, un pañuelo para el cuello, así fue como se eligió el vestuario.
Recién bañado, bien afeitado y vestido de la mejor manera posible, acompañado por nosotros, espero tembloroso en el patio de visitas la llegada de su novia, preguntándonos a cada instante si se veía bien.
La vimos entrar, era una chica muy linda, alta, nos corrimos a un costado para que él pudiese recibirla solo.
La joven se acercó decidida, con un gran abrazo, un ¡qué lindo que estas mi amor!, y un cálido beso en la boca, ahuyento en un instante, todos los fantasmas de Carlitos.



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