Los
miedos de Carlos
En
el psiquiátrico siempre andábamos juntos los mismos seis.
Nos
habíamos hecho amigos y desayunábamos, almorzábamos, cenábamos y tomábamos
mates sentados a la misma mesa.
En
el grupo estaba Carlos, un muchacho muy bueno, siempre alegre, al menos cuando
estaba despierto, ya que dormía mucho, nos pedía que lo despertemos por temor a que
su sueño vaya a parar a su historia clínica, algo temido por casi todos.
Su
personalidad, un tanto traviesa y otro tanto temerosa.
Había
estado internado en una granja durante cinco meses y medio sin poder recibir
visitas, hasta que en ese tiempo prudencial, descubrieron que su patología era
para internarlo en el loquero, así fue como llego con nosotros.
Un
lunes le avisan que el viernes recibiría la visita de su novia, con la cual
hacia ya seis meses no se veían.
Carlitos
estaba afligido, tan desesperado diría, que no podía disfrutar la noticia.
Balbuceaba
un poco al hablar y no podía controlar su saliva a causa de la medicación.
No
paraba de hablarnos de sus miedos al reencuentro, ¿Cómo lo iba a encontrar su
novia?, seguro saldría espantada, pensaba.
Nosotros
tratábamos de calmarlo continuamente.
El
pidió a los médicos si solo por ese viernes podía no tomar la medicación, de
este modo no babear frente a su chica.
La
respuesta fue negativa, se podría deprimir sin los comprimidos.
Y
Carlitos se deprimió
Nosotros
como si fuésemos foniatras, lo hacíamos practicar como modular al hablar, con
magros resultados, no podía ser de otra manera,
entre los seis no había uno que hablase correctamente.
Transcurrían
las horas haciendo ejercicios, cada día que pasaba estaba más asustado.
Entre
todos fuimos preparando el viernes.
La
mejor camisa de uno, el mejor saquito de lana de otro, un pañuelo para el
cuello, así fue como se eligió el vestuario.
Recién
bañado, bien afeitado y vestido de la mejor manera posible, acompañado por
nosotros, espero tembloroso en el patio de visitas la llegada de su novia,
preguntándonos a cada instante si se veía bien.
La
vimos entrar, era una chica muy linda, alta, nos corrimos a un costado para que
él pudiese recibirla solo.
La
joven se acercó decidida, con un gran abrazo, un ¡qué lindo que estas mi amor!,
y un cálido beso en la boca, ahuyento en un instante, todos los fantasmas de
Carlitos.
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