El
Casamiento de mi Prima Sarita
Sin
duda la fiesta familiar más recordada fue el casamiento de mi prima Sarita.
Por
la envergadura del evento y sobre todo por el motivo de dicho festejo.
Mi
prima nunca fue muy afortunada en el amor, de las tres hermanas era la única
que continuaba viviendo con sus padres.
Contaba
ya con cuarenta y cinco años cuando les anuncio que estaba de novia con don
Evaristo, el carnicero del barrio.
Este
era un hombre fortachón, viudo, de sesenta y tres años y un buen pasar
económico.
Ni
lerdos ni perezosos, mis tíos fueron a visitarlo, con el objetivo de
comprometerlo y poner fecha de casamiento lo antes posible.
Mi
tío Rogelio, un poco por el entusiasmo y otro poco para asegurarse, ofreció a
modo de dote, abonar tres meses de fiado de los cinco que debía en la
carnicería, además de que ellos se encargarían de los gastos y organización de
la fiesta.
Don
Evaristo solo tendría que poner la carne necesaria para el asado, así quedo el
trato y comenzaron los preparativos.
Entre
mi familia de Buenos Aires y la parentela del campo la lista de invitados trepo
rápidamente a ciento treinta.
Don
Evaristo no tenía familia y decidió invitar solo a los clientes que estaban al
día con el fiado de la carnicería, que resultaron ser cuatro.
Sumando
estos, a algunos colados, la cifra rondaría las ciento cincuenta personas.
Mi
tía Elvira consiguió alquilar a muy buen precio el quincho del Cottolengo de
Burzaco.
-“Es
un lugar pintoresco”, dijo, -“tiene una entrada muy linda de diez cuadras de
tierra desde la ruta con eucaliptus a los costados en forma de glorieta, muy
romántico”.
Mi
tío Checa fue el encargado de la parrilla, dos lechones y tres costillares más
Chorizos y achuras.
Mi
tía Chunga amaso trecientas empanadas, mi tío Echandi fue el encargado de
conseguir vino bueno y barato, así se lo encargaron.
Compro
a buen precio damajuanas de veinte litros, tinto y blanco, “Cavas de Gonzales
Catan, envasado en origen”, rezaban las etiquetas.
La
tía Cualdema, que siempre fue la pituca de la familia, dijo que había que hacer
un Buffet Froit para recibir a los invitados.
En
una punta del quincho se colocó una mesa con caballetes para los novios, los
padres de la novia y mi abuelo Pepo, única mesa con mantel y florero con calas
en el centro.
El
resto, tablones cubiertos con papel blanco.
A
la entrada se destacaba el Buffet Froit. Una mesa con una olla de clericó,
jarras de vino tinto y blanco, soda, jugo y canapés de morcilla preparados por
mi tía Cualdema.
Estos
consistían en una galletita Criollita, una rodaja de morcilla, un copito de
mayonesa y un cuadradito de tomate a modo de decoración.
Para
animar la fiesta se había contratado a “Tucho y su conjunto”, este cantaba Ese
toro enamorado de la luna, y canciones de Salvatore Adamo, no tenía mucho
repertorio.
“y ese toro enamorado
de
la luna
que
abandona
por
las noches la manada
despintado
de amapola y aceituna”…
Intercalaban
ese toro, una de Salvatore, ese toro, una de Salvatore y así sucesivamente.
Todo
estaba como se había planeado cuando llegaron los novios en el Gordini del
negro Blacky, un amigo de la familia, en el techo del auto se destacaba un gran
moño rosa.
Luego
de la cena vino el vals de los novios, este no salió muy bien ya que los
músicos solo sabían cantar el de los quince,-“Quince años tienes hoy, eres
novia de la flor, juventuddd”… sonaba la banda, y ver a mi prima de blanco,
bailando este vals a los cuarenta y cinco movía un poco a riza.
Cuando
le toco bailar a mi abuelo Pepo, muy elegante el, con un traje negro, moño rojo
y boina de vasco a cuadrille, justo en ese momento cayo un fuerte rayo y
comenzó a llover copiosamente.
-"Una
bendición, una bendición”, grito mi tía Chunga, por cierto algo copeteada a esa
altura.
Todo
el baile que siguió estuvo muy entretenido, aunque con el ruido de la lluvia no
se escuchaba mucho lo que Tucho cantaba.
Esto
hacia que por momentos mientras algunos bailaban una cumbia otros una
chacarera.
Se
hicieron las cuatro de la mañana y con lo que había llovido no había forma de
sacar a los novios hasta la ruta debido al barro.
Para
esto se utilizó el carro de Antonio Perdiguero, un botellero amigo.
Mi
tía Cualdema le había colocado el moño rosa del auto en el cogote del caballo,
esto para darle mayor jerarquía al transporte.
A
las seis ya no había nada que hacer en la fiesta y el agua había comenzado a
inundar el quincho, así que se comenzó a evacuar a los invitados.
Era
tanto el barrial que en cada viaje no podían ir más de cuatro personas en el
carro y este tardaba casi una hora en llegar a la ruta y volver.
Casi
ciento cincuenta personas y un solo carro, comenzaron los empujones y peleas
para subir primero.
-"Es
como en el Titanic, no hay botes suficientes", grito alarmada mi tía
Elvira.
-“Como
en el Titanic, que no se detenga la banda", arengo Tucho a sus músicos y
comenzaron a tocar ese toro enamorado de la luna.
Asustada
salió corriendo mi tía Chunga, quien con sus ciento veinte kilos en cuanto puso
un pie fuera del quincho quedo enterrada hasta la cintura en el barro.
Mi
abuelo que a pesar de la borrachera no había perdido su destreza campestre, con
una soga de un solo intento la enlazo por el cuello y ato la soga a un poste
del quincho para que no se siguiera hundiéndose.
Cuatro
días llevo sacar a todos, todos menos mi tío checa que abrazado a una damajuana
se negaba a salir porque un capitán nunca abandona el barco.
Los
bomberos siguieron trabajando para rescatar a mi tía Chunga, la tarea era
lenta, debía realizarse con mucho cuidado, no se podía utilizar excavadora, se
realizaba con
herramientas
de mano para no lastimarla.
Una
semana después lograron desenterrarla, la trajeron en un camión junto al tío
Checa, justo el día en que los novios llegaron de su luna de miel.
Pudieron
traerla pero no del todo desenterrada, la trajeron con el pan de tierra, de la
cintura para abajo parecía una gran maseta de dos metros de diámetro.
La
bajaron del camión y preguntaron donde dejarla, a lo que mi tío Checa pidió que
sea en el fondo, bajo la higuera.
La
llevaron rodando, pese a los gritos de mi tía, no había otra forma de hacerlo.
Felices
se los veía a los recién casados, varios días les duro la conmoción por tamaña
fiesta de casamiento.
Juntos
atendían la carnicería, mi tío Rogelio volvió a dejar de pagar el fiado.
Bajo
la sombra de la higuera, mi tío Checa con una palita de jardinero, escarbaba y
escarbaba, tratando de liberar a su esposa, mi tía Chunga