Las
sandalias de mi tía
Ayer
por la mañana mientras tomaba mates,
escuche la noticia que mujeres de pie grande exigían se apruebe la ley de
talles con relación a los zapatos.
Señoras
que calzaban más de cuarenta y uno, “mujeres que pisan fuerte”, lo titularon.
Para
mi dicha ley es importante y me retrotrae a mi infancia con un problema
familiar referido a este tema.
Mi
tía Chunga era poseedora de un cuerpo voluminoso y el pie lo acompañaba,
calzaba cuarenta y cuatro.
Por
este motivo tenía que comprarse mocasines de hombre.
Ella
estaba deseosa de usar sandalias, cosa que no hacía desde sus doce años.
Tanto
fastidio que mi tío Checa, ya en otra oportunidad conté que era el habilidoso
de la familia, con una cuchilla afilada y mucho cuidado, corto la punta de los
mocasines.
Ella
estaba chocha con sus sandalias nuevas, pero de coqueta que era y no se
conformaba así nomás, se le ocurrió que las quería de taco aguja.
Con
toda la paciencia mi tío Checa corto un palo de escoba, hiso como dos toc- toc
de quince centímetros y le clavo uno a cada sandalia.
La
llamo y se los dio para que se los probara.
Sentada
en el banco del patio se los calzo.
En
cuanto se puso de pie, sus ciento veinte kilos no pudieron hacer equilibrio en
dos palitos de dos centímetros de diámetro.
Las
piernas se les abrieron en forma de paréntesis, al grito de jusjujuaju juaju
como Larguirucho, cayo de trompa al piso.
Estaba
tan fascinada con sus sandalias de tacos que las usaba en la cocina, podía
caminar alrededor de la mesa sosteniéndose de esta.
Se
soñaba en una fiesta, bajando por una escalera de mármol, con un vestido largo
y sus sandalias de taco aguja.
Para
ir al baño lo llamaba a mi tío, quien la llevaba de un brazo, lo mismo para ir
a la cama por la noche.
Una
tarde mi primo Julio, (en ese tiempo tenía ocho años), andaba por el patio en
la bicicleta que le habían traído los reyes.
Todavía
no había aprendido a andar, por eso mi tío Checa lo vigilaba desde el banco.
Mirándolo
fue como se le prendió la lamparita.
Por
más que mi primo lloro, le saco las rueditas de sostén a la bicicleta y se las
atornillo una a cada lado de las sandalias.
-"Es
hasta que tu madre aprenda a andar sola", lo consoló.
Es
así como salían a pasear mis tíos, la Chunga en sus sandalias con rueditas, del
brazo de su esposo.
Mi
primo Julio caminaba a un costado llevando su bicicleta a mano.
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