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martes, 8 de septiembre de 2015

EL CAMPO pagina 46

El campo                   

Una vez estuve viviendo en el campo, un año duro mi experiencia.
Los animales que había eran dos yeguas, un burro tuerto que seguramente debido a esto era muy malo, ¡loquísimo! el pobre.
Psst!, nada de comparaciones, yo soy un burro con tratamiento.
También había una vaca y su ternera.
Todas las mañanas, López, el capataz, ordeñaba la vaca.
En un tiempo entable buena amistad con las dos.
Sobre todo con la ternera, a quien bautice con el nombre de Pinina.
Logre que responda a mi llamado y camine junto a mí.
Estas boludeses me salían bárbaras, las tareas del campo no tanto.
López me dijo un día que iba a enseñarme a ordeñar, así los fines de semana que él no estaba lo hacía yo y no se perdía esa leche.
Yo que lo miraba siempre al capataz en esta tarea, me parecía sencilla.
Este era el procedimiento: Por la noche se separaban a la vaca y la ternera en distinto corral, esto para que no se amamantara y gastase todo el producto a conseguir.
Por la mañana muy temprano, se ataba a la madre a un poste del alambrado, con otra correa de cuero, se le sujetaban las patas traseras.
Una vez hecho esto se le habría la tranquera a su hija.
Esta corría a su encuentro, de un cabezazo en las ubres hacia bajar la leche y comenzaba a mamar.
En un movimiento rápido, se le hacía un lazo en el cogote y se la ataba a las patas de la vaca.
Era muy importante la rapidez, sino la ternera se tomaba toda la leche.
Luego de todo esto se colocaba el balde y se comenzaba a ordeñar.
Así de fácil era hacerlo con López.
Se obtenían diecisiete litros de leche por día, con esa producción hacía dulce de leche, manteca y queso.
Un domingo me dispuse a hacer solo la tarea por primera vez.
Prepare todos los elementos en el corral, volví a repasar mentalmente todos los pasos del procedimiento.
Me quede un rato mirando a la Pinina como juntando coraje y por fin me decidí.
Ate la vaca, le sujete las patas y solté a la ternera.
Esta se prendió a la teta y no había cristo que la saque.
Por más que la retaba, -“Pinina, Pinina, deja eso”, ni bola, la ternera no estaba dispuesta a dejarse robar la leche.
Con mucho esfuerzo y tiempo perdido, tiempo que aprovecho la Pinina, logre atarle la cabeza.
En el reboleo no me salió el lazo que me había enseñado López, le hice un nudo cualquiera, a la que te criaste como dicen en el campo.
Puse debajo el balde de aluminio y comencé a ordeñar, me sentí un gaucho hecho y derecho.
No pasaron ni cuatro chorritos que la muy guacha se soltó y se prendió a la teta otra vez.
A los tirones logre atarla de nuevo, esta vez tardando mucho menos.
Seguí tirando de las ubres, ya se veía casi un cuarto de balde blanco, cuando la vaca se soltó las patas.
De una patada me lo voló a la mierda, quedo el charco de leche en la tierra.
Trate de reponerme pero la ternera ya estaba prendida a la teta.
A las puteadas las puse en vereda a las dos, me dije –“conmigo no van a poder”.
Ordeñe un ratito y la canilla se cerró, las tetas estaban vacías.
Medio litro de leche fue mi producción.
No sé si fue idea mía o no, pero cada vez que pasaba cerca del corral las dos turras sonreían.
Caliente como una papa me fui a buscar hormigueros entre las plantas de frutillas, había dos hectárea y media de estas.
No hay ofensa peor a que los animales se burlen de un gaucho.






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