La
Navidad
Un
veinte de diciembre se le ocurrió a mi tío Checa sorprendernos para navidad.
Íbamos
a reunirnos toda la familia en casa de mi tía Elvira, en Burzaco.
A
él se le ocurrió disfrazarse de Papa Noel.
Mi
tío Checa es petizo pero doble pechuga, por lo tanto no consiguió traje de
alquiler que le entrara.
Mi
tía Chunga hacia unas empanadas riquísimas que eran su perdición, no podía
parar de comerlas.
A
tal punto que parecía verse su cintura con forma de repulgue.
Entre
mi tía y mi madre con un mantel viejo de tela roja, le confeccionaron en tiempo
record el disfraz.
El
veinticuatro a la noche, al no tener chimenea para una entrada triunfal, quiso
entrar por la ventana de la cocina.
Apago
las luces del patio para que la sorpresa fuese mayor y comenzó a meterse.
Esta
era una abertura chica y tuvo tanta desgracia que paso la mitad y se atoro.
Quedo
con las piernas en el aire, atrapado por la panza, por más que pataleaba no
podía zafarse, en lugar de eso se atascaba cada vez más.
Como
su cuerpo ocupaba toda la ventana no dejaba ver para el otro lado.
Sin
saberlo mi tía Elvira tiraba de los pies hacia afuera, al mismo tiempo mi tío
Alberto de los brazos hacia adentro.
A
Checa se le sacudía la gran barba blanca de tanto gritar.
Al
darse cuenta de lo que estaba pasando, dejaron de tirar y se comenzó a pensar
en una estrategia para sacarlo.
Pensar
se pensaba, pero mi familia siempre fue de pocas ideas útiles.
Mi
tía Ofelia opino dejarlo sin comer un par de meses, así de este modo adelgazaba
y salía solo.
Mi
mama indignada dijo que era inhumano, que no se lo podía tener sin comer, que
había que darle poquito, aunque llevase más tiempo la dieta.
A
mi tía Chunga se le ocurrió untarlo con la grasa de cerdo, con la cual freía
las empanadas, que por suerte ya estaba fría.
Se
pudo engrasar la parte de la panza que se veía desde adentro y las nalgas que
sobresalían de afuera.
La
grasa no penetro entre mi tío y el marco de la ventana, así que resulto peor el
remedio que la enfermedad.
El
gordo quedo no solo atascado sino también patinoso.
-"Déjenlo
que se lo lleven las hormigas por pelotudo", grito mi abuelo Pepo desde la
mesa, donde estaba sentado con un vaso de vino tinto en la mano.
A
las cuatro horas llegaron los bomberos pero no pudieron hacer nada, a esa
altura mi tío ya había hecho sopapa.
Después
de varios intentos fallidos por sacarlo pidieron ayuda a defensa civil, los
cuales llegaron media hora después.
Mientras
mi Tía chunga aprovechaba para seguir untándolo con grasa.
Con
martillo y cortafierros rompieron la pared, arrancaron el marco de la ventana
con Checa incluido.
-"No
se rían de la desgracia ajena", decía mi mama.
Con
mis primos no podíamos más de la risa, de ver como se lo llevaban con sus
patitas cortas y el marco en la cintura como si fuese un tutu, parecía una
patota de bailarinas.
Intentaron
subirlo a la ambulancia pero no pasaba por la puerta.
Mi
tía Chunga salió a los gritos, -“Déjenme a mí, déjenme a mí”.
Traía
en la mano la olla de grasa, con la intención de untar la puerta de la
ambulancia.
El
jefe de bomberos le dijo muy seriamente, -“Por favor señora, déjese de joder”.
En
el rastrojero sin techo del vecino que era dueño de una granja lo subieron.
Se
podía leer a los costados del vehículo, "Chanchería Don Yaconsi".
Mi
tío iba paradito, sujetado por dos bomberos y dos de defensa civil.
-"Ya
son las doce, las doce”, grito mi tía Ofelia asomándose a la puerta.
No
quedo ni el loro en la vereda, todos corrimos hacia el comedor para brindar.
Nadie
supo donde lo llevaron, no es que mi familia se haya desentendido de él, todo
lo contrario, se brindó por mi tío Checa.
Quien
con el marco incrustado en la cintura, se había convertido en el primer retrato
viviente de Papa Noel.