El ancla
Me
despierto con la novedad número un millón que la cancha se volcó hacia el arco
depresivo.
¿Qué
hacer con estas ganas de no hacer nada?
La
angustia me lleva a no querer levantarme de la cama, la familia que otras veces
contiene, en estos momentos se convierte en un estorbo y tengo que levantarme
de todos modos, sino lo que levanto es sospecha.
En
algún momento el equipo maniaco vence la cancha y se acerca insolente al otro
arco, inyectándole una energía fuera de lo normal a la depresión, esta se eleva
inmensamente y comienza una nueva competencia.
Estas
ganas de terminar con todo de una vez por un lado y por el otro el hecho de no
causar otro sufrimiento a los seres queridos.
Martin
tenía mucha más experiencia que yo en esto de la vida y el suicidio, aunque en
ese entonces todavía no lo había logrado, no es una tarea sencilla el morirse,
hay que tener el suficiente talento e imaginación para salir victorioso.
En
una de esas tantas charlas de días de bajón mutuo, le dije que mis hijos eran
un ancla fuerte para mantenerme de este lado, a lo cual me contesto, - “las
anclas son muy pesadas”.
Y
me dejo pensando, cuando todavía la enajenación permite razonar un poco, el
debate entre la muerte y que te quieran respirando es inexorable, aunque cada
bocanada de oxígeno se clave como agujas en el pecho.
La
psicóloga de ese tiempo, que siempre encontraba respuesta para todo me dijo que
un barco sin ancla navega a la deriva. Me metió en un problema, ¿Cuál de los
dos argumentos será válido?
Muchos
meses de discernir sobre estas dos teorías, si estoy mal gana uno, en los días
buenos el otro.
Hoy
veo una contradicción en mi psicóloga, mi cabeza navega entre dos polos, lo
sabe, lo charlamos, ese es mi diagnóstico.
La
normalidad seria que mi mente tuviese algún destino, y no este ir y venir de
morondanga.
La
psicóloga tiene la autoridad del estudio en la universidad que le otorgara su
título.
A
Martin la graduación se la dio el ganar y perder tantas batallas contra sí
mismo, el sentir lo mismo que yo y por eso el haberme respondido tantas cosas
acertadas.
Seguramente
sea de locos mis debates internos, pero se dan lo quiera o no, y creo haber
podido llegar a una conclusión de momento.
La
teoría profesional del rumbo del barco hace aguas por todos lados, en cambio la
del ancla pesada que hunde se me presenta consistente, y este primer tiempo tiene
un resultado.
Martin
1 – Psicóloga 0.
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